Se requiere el Village

La familia Vázquez habla de su mudanza de Chicago a Muncie, Indiana.

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Era el año 1979.

Joaquín Vázquez de Arandas, Jalisco, México, apenas había empezado a vivir en el sur de Chicago. Cuando inicialmente llegó, él recuerda que compartía un cuarto con nueve personas. Aun así, era hora de irse de su ciudad natal ubicada entre Guadalajara y León por “razones de trabajo”.

“[En México] no había muchas oportunidades”, dijo Vázquez. “Tuve que tomar la decisión de mirar para [los Estados Unidos]”.

Durante su tiempo en Chicago, él tuvo tres direcciones diferentes, pero para cuando se fue de esa metrópolis del Medio Oeste, su situación en cuanto a vivienda era muy diferente al cuarto de 10 personas en el que primeramente se quedó. Se casó con su esposa, Ana Vázquez, y ellos tuvieron una hija de 2 años, Isabel (ahora Isabel Vázquez-Rowe).

Su primo, Ramiro Aguas, es el dueño de La Bamba Burritos, una cadena de restaurantes mexicana que se originó en Illinois y es conocida por tener “burritos del tamaño de tu cabeza”. Todavía hay restaurantes en Wisconsin, Illinois, Indiana y Kentucky en el día de hoy. 

Con frecuencia Aguas le invitaba a Joaquín a trabajar en la cadena de restaurantes con él. 

“Lo pensé mucho”, dijo Joaquín sobre la oferta, “hasta que finalmente decidí, bueno, vamos a probar”.

Como parte de unirse a la cadena de restaurantes, Joaquín y su familia se encargaron de una ubicación fuera del estado de Illinois de La Bamba, haciendo que se mudaran a más de 230 millas de Chicago.

Su nuevo hogar sería Muncie, Indiana.

Se requiere el Village

La familia Vázquez tenía planeado quedarse dos años en Muncie.

Su La Bamba estaba cerca de Ball State University en el Village.

Según Isabel, el restaurante era parte de una área muy parecida al centro comercial. En ese mismo edificio, también había una agencia de viajes, un Buffalo Wild Wings, un salón de belleza y una tienda de flores. Cuando llegó la familia, el restaurante casi estaba en bancarrota, y dependía de ellos salvarlo. 

Al vivir en Muncie, Joaquín y Ana notaron una diferencia en los acentos de las personas y en la diversidad en comparación con Chicago. Ellos dijeron que les llevó mucho tiempo acomodarse en Muncie, y su hija también. La llevaron al doctor muy poco después de mudarse.

“Pensábamos que [Isabel] estaba enferma, pero nos dijeron que tenía depresión como resultado de la mudanza”, dijo Joaquín.

Mientras él trabajaba en el restaurante, Ana cuidaba de Isabel y su hermana menor Alicia. Como su hija Isabel, Ana dijo que era difícil sentirse cómoda al principio, especialmente en cuanto a mantener su cultura. Ella no sabía el inglés, lo que complicaba las cosas más. 

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En Chicago, la familia tenía muchos amigos y había muchos lugares en los cuales se podían encontrar recursos como productos mexicanos. 

“Llegamos a Muncie, y no había nadie [de origen latino/hispano]”, dijo Ana. “Si yo quería hablar con alguien, tenía que ir a La Bamba donde había personas mexicanas con quienes podía hablar”.

En Muncie, si ella quería ingredientes para cocinar como tortillas, tenía que llevarlos del restaurante. Isabel dijo que la familia tenía que conducir a Anderson o a Indianápolis con mucha frecuencia para encontrar las cosas que querían. 

Ana recuerda solamente cuatro familias hispanas que vivían en Muncie en los primeros años. 

Según los datos del censo 1990, había 625 personas de origen hispano en Muncie en esa época. En ese mismo año del censo, Muncie alcanzó su mayor población hasta la fecha, con más de 70,000 personas. Esto significa que las personas de origen hispano representaron menos de 1% de la población en el área. 

‘Hemos estado aquí’

Nicole Martínez-LeGrand es la curadora de las Colecciones Multiculturales en la División de Bibliotecas y Archivos de la Sociedad Histórica de Indiana. Aparte de esto, es mexicana-americana y nativa de Indiana. Su familia tiene más de 100 años de historia en la parte noroeste del estado.

En 2016, ella fue contratada por la Sociedad Histórica de Indiana para llenar “el vacío más grande en cuanto a la historia representativa”, la cual era la historia de poblaciones latinas y asiáticas en el estado. Martínez-LeGrand completó la mayoría de sus estudios por entrevistar a personas de origen hispano y/o asiático sobre sus experiencias personales y grabar las conversaciones. Todo lo que ha coleccionado viene de archivos familiares personales.

Se usaron estos materiales para crear dos exposiciones separadas de las historias de las dos poblaciones. La primera de estas “Be Heard: Latino Experiences in Indiana” fue expuesta en 2018. La colección entera se puede ver todavía en la Red.

Martínez-LeGrand dijo que no solamente es la historia de los latinos en Indiana muy poca estudiada, es igual con toda la región del país.

“Cada vez que escuchas sobre la historia de los latinos en los Estados Unidos, hacen referencias a la costa este o la costa oeste — esas comunidades que han tenido presencias muy documentadas, y creo que la gente cree que los latinos no existían en el Medio Oeste”, dijo ella. “Todos queremos saber cuándo los latinos llegaron [al Medio Oeste], y dónde se acomodaron y por qué, pero es una pregunta muy personal para la comunidad porque dos inmigrantes, independientemente de su herencia latinoamericana, no comparten la misma historia de inmigración”.

El interés principal de Martínez-LeGrand en su campo de estudios es la diáspora mexicana del Medio Oeste. Ella mencionó la Revolución mexicana y cómo hizo que muchos de Mexico huyeran de la violencia y que buscara empleo en otros lugares.

Ella dijo que cuando habla del tema en eventos públicos educativos, empieza con un mapa de 1847 para mostrar cómo un tercero del oeste de los Estados Unidos era parte de México en esa época.

“México no estaba muy lejos de Indiana”, dijo ella, “entonces con el Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848, todas esas personas indígenas y/o hispanohablantes se volvieron ciudadanos americanos de la noche a la mañana”.

Según la exposición de 2018 “Be Heard: Latino Experiences in Indiana”, tras la Primera Guerra Mundial y la Gran Huelga de Acero en 1919, se contrataron muchos latinos para trabajar en las fábricas afectadas en los Estados Unidos. Una de esas fue el Inland Steel company en East Chicago, Indiana. El noroeste de Indiana se convirtió en un centro para las comunidades latinas en el estado y sigue así hasta la fecha.

“Históricamente lo que hemos visto del censo es que los dos condados de Indiana con las poblaciones más grandes de Latinos siempre han sido Lake County y Marion County”, dijo Martínez-LeGrand.

No fue hasta el censo de 2010 que Marion County superó a Lake County en cuanto al número de Latinos en el área. La diferencia entre los dos condados resultó ser de unos 2,000 personas en ese año.

Sin embargo, el censo de los Estados Unidos tiene un pasado turbulento cuando se trata de contar los de origen hispano y/o latino. Una cuestión importante era la ciudadanía y quienes se consideraban dignos para obtenerlo, según Martínez-LeGrand.

“En cuanto a leyes inmigratorias, como definían quién era ciudadano se trataba de ser un hombre blanco con normas morales, y esto perjudicaba a las mujeres, los esclavos y las poblaciones indígenas”, dijo ella. “Creo que es una de las razones por las cuales hemos sido invisibles estadísticamente porque la única manera que se puede contar las poblaciones en cuanto a números estadísticos es el censo decenal, y hemos sido invisibles estadísticamente hasta hace 43 años”. 

Ella enfatizó la importancia del censo, diciendo que muchos no entienden cómo los resultados pueden influir un barrio.

“Todos queremos un Trader Joe’s o un Target en el barrio, y el censo influye eso, pero también nos dice si una comunidad necesita un hospital. Todo depende del tamaño de la población”, dijo Martínez-LeGrand, “entonces, cuando hablamos de errores de clasificación y datos en general, el censo de 2020 tendrá consecuencias grandes durante la próxima década”. 

Según el Pew Centro de Estudios, no fue hasta el 1980 que el censo pidió que todos en el país compartieran su origen hispano o latino. Antes de esto, los números del censo dependían de origen nacional, lo cual significaba que una persona hispana or latina tenía que nacer en otro país para considerarse “hispano”.

Se hicieron otros intentos de contar las poblaciones, como en 1930 cuando se añadió “mexicano” como categoría nueva. Para Martínez-LeGrand, hechos como éste subrayan el problema persistente de homogeneización cultural, o en otras palabras, la falta de reconocimiento de diversidad cuando se estudia la historia de los latinos en los Estados Unidos.

“Cuando pienso en ‘la población latina’, la pregunta es cómo la definimos”, dijo ella. “Nadie sabe cómo hablar de nuestra historia porque Latinoamérica es tan diversa. Hay muchos países diferentes, y en esos países, también hay diferencias regionales”.

A pesar de los desafíos, ella dijo que hay una cosa que es clara.

“Los latinos hemos estado en Indiana y hemos tenido una presencia considerable desde finales de los 1910s”, dijo Martínez-LeGrand, “pero los latinos hemos aparecido en el censo desde finales del siglo 18, así que hemos estado aquí.”

Crear una comunidad

Al principio, Ana dijo que la única paz que tenía eran los dos o tres meses que la familia pasaba en México cuando visitaban. 

“Cuando regresábamos, si había pasado un año, se sentía como si pasaran cuatro”, dijo ella.

Joaquín y Ana siguen visitando México anualmente hasta el día de hoy, y ayudan a cuidar de los familiares.

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Poco a poco, sin embargo, la familia se incorporó a la comunidad. El restaurante y su ubicación muy cerca de la universidad les ayudaron a crear conexiones con la gente que vivía en el área, dijo Joaquín.

“La Bamba yo creo que fue un punto de socializar, y al mismo tiempo para los estudiantes que estudiaban allí apreciaban mucho la ayuda que se les daba en su interés de aprender español”, dijo él.

Ana recuerda que los estudiantes venían y les pedían que tomara el orden en español para sus clases. A la pareja le encantó tener estudiantes allí, y hasta a veces los estudiantes ayudaron a Ana con las barreras lingüísticas de ella.

“Mi esposo sí sabía inglés. Yo no sabía inglés, pero al igual me ponían en la caja a cobrar”, explicó ella. “Si yo no sabía algo, los mismos estudiantes me ayudaban”.

Ellos dijeron que los estudiantes pasaban mucho tiempo en La Bamba estudiando, y que ellos describían el restaurante como un lugar “tranquilo”. Por la noche, ese ambiente tranquilo se convirtió en uno de más de 600 clientes a veces.

“Lo más fuerte de La Bamba era como de las 12 de la noche a la 5 de la mañana”, Joaquín se rio.

Durante la avalancha de pedidos, Isabel estaba en la trastienda. Sus padres le hicieron una “casita” de cajas y canastas con mantas y almohadas para dormir. Ella todavía recuerda lo impactante que era ver la multitud de personas.

“Cuando me despertaba, recuerdo que veía colas bastante largas de estudiantes”, ella sonrió. “Casi me daba miedo. Yo me decía ‘ay, Dios mío’”.

A pesar del caos ocasional, la familia trabajaba duro para mantener el restaurante limpio. Cuando Joaquín inicialmente tomó las riendas del restaurante, el dueño de La Bamba Aguas le prometía a Joaquín darle $100 cada vez que el restaurante sacara una calificación perfecta en las inspecciones sanitarias. 

“Después ya lo sacábamos siempre, ya no nos lo quiso dar”, dijo Ana con una risa.

Como manera de honrar a los estudiantes, Joaquín empezó a exhibir la calificación perfecta en la pared para que los clientes la viesen.

“Quería mostrarles que yo también estaba sacando buenas notas”, dijo él.

Este pequeño gesto empezó algo mucho más grande cuando el inspector de salud vio cómo Joaquín había puesto la calificación en la pared del restaurante. El inspector decidió requerir que todos los restaurantes pusieran sus calificaciones donde los clientes lo puedan ver.

La familia describió la gran cantidad de respeto y cariño que existía entre los clientes y los empleados. Joaquín dijo que los empleados con los que trabajaba eran más como parte de su familia.

“Después de un cierto tiempo, ya no tuve que preocuparme por nuestra seguridad o la del restaurante porque los estudiantes nos protegían y protegían el lugar”, dijo él. “Cuando alguien estaba buscándose problemas, esos mismos estudiantes se encargaban de él”.

Hasta la fecha, hay gente que reconoce a la familia de La Bamba.

“Hicimos muchos amigos. Es algo que todavía extraño de La Bamba. Todavía me encuentro con personas que me ven y me dicen, ‘¿Usted es la señora de La Bamba?’ y les digo sí”, dijo Ana. “Se sentía muy bien porque sentíamos que estábamos haciendo muy buen trabajo”.

En 2005, la ubicación de La Bamba cambió de dirección a McGalliard Road, antes de cerrar en 2011. Las dos ubicaciones actuales de Indiana se pueden encontrar en Indianápolis y Lafayette.

‘Ni de aquí, ni de allá’

En el día de hoy, Joaquín y Ana dicen que Muncie ha cambiado para bien en cuanto a la diversidad.

“Dondequiera que ando, los veo [Latinos]. En los Walmarts, Payless …” dijo Ana. “En el Día de la Independencia, hay eventos con mariachis, y hay misa en español”.

Su hija Isabel Vázquez-Rowe todavía recuerda la primera vez que vio a otra familia hispana en Muncie. Ella y su madre estaban en Walmart.

“Debe haber sido el 2008 o el 2009, y vi a la otra familia y dije, ‘Mamá, mira’ y los señalé”, ella dijo de la experiencia. “Con la excepción de estar en México o en La Bamba, yo hasta ese momento nunca había visto a otra familia hispana”.

En esa época, ella dijo que ver a otros Latinos en Muncie era como “ver unicornios”. 

Isabel asistió a St. Mary School, ahora conocido como St. Michael Catholic School después de combinar con St. Lawrence School en 2021. Aunque ella sabía que las otras familias no hablaban español y no compartían la misma cultura que ella, dijo que ya estaba muy acostumbrada a eso como para notarlo.

Ella no recuerda que la maltrataban o acosaban en la escuela, pero dijo que tampoco hablaba mucho de su cultura. Lo describió como una forma de “alternancia de códigos”, un término que se usa para describir cómo las minorías, ya sea conscientemente o no, cambian su lengua, su comportamiento o su apariencia para encajar en la cultura dominante.

Aunque nunca le dieron vergüenza sus raíces, después de asistir a Ball State y ver más diversidad, decidió que ya era hora de cambiar las cosas.

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“Me pregunté, ‘¿Por qué estoy tratando de actuar y pensar y lucir como si fuera una persona blanca? No lo soy”, dijo Isabel. “Estaba pensado que necesito honrar a mi familia más. En casa, soy una mezcla de español e inglés. ¿Por qué no lo puedo ser fuera de la casa también?”

Cuando era niña, dijo que su papá le enseñó la importancia de la familia a través de los viajes a México. Aunque soñaba de viajes a Disney World como las otras familias de su escuela, su papá le decía, “Tenemos que ir a México; tienes que ver la familia”.

Ahora que es adulta, Isabel trata de predicar con el ejemplo para los niños hispanos o latinos. Ella mencionó lo común que cree que son los estereotipos negativos de la gente mexicana como parte de su inspiración en hacerlo. Añadirle más color al vestuario “como se vestían sus padres” e incorporar español en su escritura y vida diaria son maneras en las que ella ha empezado a honrar su cultura más. 

“Se ha vuelto algo más personal para mí”, dijo ella. “Que todos sepan que así soy yo; así pienso; así hablo. Aguántense.”

Ella quiere que las generaciones más jóvenes sepan que no hay reglas de ser latino o hispano. La frase “ni de aquí, ni de allá” se usa para describir los desafíos que enfrentan los niños de familias de inmigrantes cuando tienen que vivir entre dos culturas. Ella dijo que aunque sea popular la frase, no es cierto.

“Sí, eres de aquí, y sí, eres de allá”, dijo Isabel. “Tienes todo el derecho de expresarte en la manera que quieras porque eres una mezcla de los dos mundos. Para mí, eso te hace doble la persona, y eso está bien”.

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